En el año 2003, la Fundación AndígenA fue una de las organizaciones pioneras en el país en el uso de estos dispositivos para estudiar al oso frontino. La necesidad surgió como parte de una investigación en la Sierra de La Culata del estado Mérida donde los lugareños insistían en culpar a los osos de atacar y devorar a sus vacas. Con el apoyo del zoológico de Cleveland (Estados Unidos de América) se obtuvieron las primeras cámaras-trampa para tratar de identificar a los posibles osos en el área con conflictos reportados. En aquel entonces, las cámaras-trampa adquiridas eran básicas: usaban rollo de película fotográfica y no permitían grabar vídeo como las digitales que hoy son comunes y populares.
La vida privada del oso frontino está llena de misterio. Es una criatura sigilosa que evita al máximo el contacto con los humanos. Su presencia fantasmal pasa casi desapercibida en los bosques nublados y páramos que constituyen su hogar natural en los Andes Venezolanos. Por esta razón, en lugar de plantearse la observación directa del oso, los científicos usualmente deben invertir largas faenas recorriendo las montañas en la búsqueda de rastros. La identificación de señales de actividad ha funcionado bien para conocer la historia natural del oso, pero desde hace pocas décadas unos dispositivos tecnológicos están ayudando a conocer mejor algunos secretos del gran plantígrado. Nos referimos a las cámaras fotográficas de activación automática (llamadas cámaras-trampa), las cuales actúan como vigilantes, registrando todo el tiempo en fotos y vídeos las características y comportamientos de los osos presentes en un área.
Las 4 cámaras-trampa usadas en el estudio fueron colocadas en una zona del páramo (a más de 3 mil metros de altitud sobre el nivel del mar) próxima a un bosque nublado alto andino, donde se habían identificado muchos rastros de osos y los criadores de ganado bovino habían reportado los problemas por presunta depredación de sus vacas.
Al cabo de 2 meses, los rollos fotográficos fueron extraídos para su revelado y al revisar las imágenes, ¡oh sorpresa!… un gran oso había quedado registrado en un par de fotos. De esta manera, una de las cámaras-trampa permitió identificar la presencia de un oso adulto de apariencia sana cerca de un árbol donde se habían encontrado marcas de rasguños en su corteza y una troja o nido que el animal usaba para descansar o alimentarse. Esas fotos resultaron ser las primeras tomadas en el parque nacional mediante una cámara-trampa.
Este año 2023 celebramos el 20 aniversario de aquel logro. Esa experiencia fue innovadora y ayudó a descifrar algunos misterios. Durante el estudio no se reportaron perdidas de vacas y se demostró que al menos un oso estuvo presente en el sitio de pastoreo. Los resultados nos ayudaron a motivar a los campesinos a comprender que los osos valen más vivos que muertos y que con determinación y tolerancia es posible compartir un espacio de coexistencia en armonía con ellos.
Transcurridas dos décadas desde aquella experiencia maravillosa, debemos reconocer que las cámaras-trampa son una herramienta útil en el estudio del oso frontino y sin duda contribuyen a comprender mejor sus enigmáticos secretos.